lunes, 12 de abril de 2021

HUEVADAS

Quién deidifica ideas, termina sacrificando hombres.


 No hay nada más feliz que la felicidad soñada de un adolescente.


Desde los pedestales cuesta ver la realidad, la propia nariz se vuelve el horizonte.


Mi complejo de inferioridad es tan grande que se siente superior a todos los complejos.


Volvió a nacer y nació gato, porque cuando era hombre no conocía el calor de los regazos, ni el sabor de los minutos, ni el alma de las cosas. Nació gato, para regalar caricias con su lengua.


Cuando era chico mi madre me asustaba con el “hombre de la bolsa”. Una figura misteriosa, y por la tonalidad que le ponía ella al nombrarlo, sumamente macabra. Eso lo decía para que yo tomara la sopa, o dejara de pegarle a mi hermanita. Eran otros tiempos. Muchas cosas han cambiado, pero no todo. El hombre de la bolsa todavía funciona, aggiornado, claro.

   Hoy día se le dice “la derecha”. O “la izquierda”, según el caso. Son palabras vaciadas de contenido, simples etiquetas que no significan nada. No importan las promesas electorales que formulan tanto un partido de la denominada derecha como otro de la izquierda, los que, muchas veces terminan llevándonos a lo mismo. El tema que me preocupa es el uso de estas palabras ambiguas, y a esta altura, puramente emocionales, que usan los políticos para asustar a la gente, y de esa manera atraer sus votos.

   ¡Ahí viene la derecha! ¡Salvemos al país! ¡Vótenme o se viene la derecha! Aplique el mismo ejemplo con la izquierda. Los políticos no le explican al electorado su plan de gobierno, ya que desconfían de la capacidad de la gente para comprenderlo. O peor aún, lo que temen es que realmente sea comprendido.



   El espanto tiene muy poco en común con la dinámica de una película, cuyo eterno transcurrir, bajo el mandato de la necesaria acción dramática, va reemplazando segundo a segundo una imagen por otra, una impresión por otra,  más bien, comparte su naturaleza con la fotografía, inanimada, que permanece inmutable en la mente de la víctima, cercándola, ahogando su energía vital.


 Con dolor debo decir que en mi país nada está tan devaluado como la búsqueda de la verdad. Digo búsqueda y no la verdad en sí misma, porque eso denotaría, erróneamente, que alguien la tiene.


No puedo abrazarte, te mojaría con mis lágrimas.

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