ADÁN: Oh, Dios. Mi Señor. Creador de los cielos y la tierra. Origen de la vida y de todas las cosas que habitan el Edén. ¿Puedo hacerte una pregunta? Digo, si no es molestia.
DIOS: Para nada, hijo. Adelante. ¿Qué
quieres saber?
ADÁN: Entiendo que has creado el universo
metódicamente, atento a cada paso, de menor a mayor, ¿verdad?
DIOS: Así es, hijo. El hombre es mi máxima
creación. Y la mujer, claro. A la que hice de tu propia costilla.
ADÁN: Lo sé, mi Señor. Leí la Biblia. Pero
el caso es, ¿cómo empezó la cosa?
DIOS: ¿La cosa? ¿Te refieres a la Creación?
Bueno… antes del hombre y los animales que te rodean, hice a los dinosaurios.
ADÁN: ¿Y antes?
DIOS: Los anfibios. Pero, ¿Para qué me lo
preguntas? ¿No sería mejor que te compres una enciclopedia?
ADÁN: Es que… me gusta saber las cosas de
primera mano. Me decías de los anfibios. ¿Y antes?
DIOS: No me acuerdo. Tendría que consultar
mi agenda. No fue todo soplar y hacer botellas, Adán. Me llevó millones de años
todo eso.
ADAN: ¿Cómo? ¿No era que creaste el
Universo en siete días? Bah, en realidad seis. En el séptimo inventaste el feriado.
DIOS: Lo de los seis días es una licencia
poética. Tiene más punch para el público. Si entro en detalles aburro a medio
mundo.
ADAN: Entiendo…. Pero volviendo a mi
pregunta. ¿Qué hubo antes de los anfibios?
DIOS: Te estás volviendo obsesivo. ¿Qué te pasa?
¿Otra vez peleaste con Eva?
ADAN: No, está todo bien con ella. Es sólo que
quiero saber. ¿Antes de los anfibios, las amebas, y el paramecio?
DIOS: Ufa. Supongo que otros microorganismos.
Qué se yo. La bacteria.
ADAN: ¡Ahí es donde quería llegar!
DIOS: ¿A la bacteria?
ADAN: Exacto. Con todo respeto, mi Señor.
¿Por qué creaste esa puta bacteria???
DIOS: Oye…
ADAN: Hace una semana que estoy con una
diarrea de locos. ¿No te diste cuenta de que me la paso en el baño?
DIOS: Pensé que te encerrabas para acicalarte
frente al espejo. Siempre fuiste un coqueto.
ADAN: Ahora soy una cagón. El chimpancé es
mi médico brujo, y dice que se trata de una bacteria. ¡Una bacteria que tú
creaste!
DIOS: Era necesario. Es parte de la evolución.
Deberías leer a Darwin.
ADAN: Con el máximo de respeto… ¡Yo me cago
en Darwin!
DIOS: La tuya es una diarrea
epistemológica.
ADAN: Por favor, mi Señor, te lo pido… te
lo ruego… Haz que desaparezcan las bacterias de la Creación.
DIOS: Imposible, hijo. Ya están inventariadas.
Para eso tendría que borrarlas desde un principio, como si nunca hubieran
existido.
ADAN: Eso… Eso… Que desaparezcan de la faz
de la Tierra. Que no quede de ellas ni la foto en los manuales de cuarto año.
DIOS: No es tan sencillo.
ADÁN: ¡Porfi! ¡Esto me está matando! ¡Ya se
me acabó el papel higiénico!
DIOS: En fin, trataré de complacerte.
Tómalo como un regalo de cumpleaños.
ADAN: Gracias, padre. Eres lo más. ¡Que
Dios… digo… que Tú mismo te bendigas!
Fue así que el buen Dios, motivado por el profundo amor que sentía por
el hombre, apretó el botón de Delete
a la bacteria, eliminándola de la historia de la Tierra. Pero sucedió que la
bacteria había dado origen a otras formas de vida, lo que la encadenaba a la
existencia del hombre mismo y de todo ser viviente. Tal como se derriba una
fila de dominó, toda existencia en el planeta desapareció en segundos, no quedando
más que mares y volcanes, y un cactus en la isla Martín García, que pronto se
suicidó por no tener con quien charlar. Ante la vista del desastre, la voz
todopoderosa de Dios reverberó su desazón en el Universo entero: “Ups”. Le
sirvió de consuelo pensar que la diarrea de Adán había desaparecido. Y sin
prisa, pero sin pausa, se dispuso a revisar su agenda para volver a empezar,
esta vez con una firme decisión. Ya no contestaría preguntas.
Eduardo Goldman