LA CUARENTENA Y EL
ARCA
Por Eduardo Goldman
Y el Señor le dijo a Noe que se venía una
lluvia de locos y que construyera un arca lo suficientemente espaciosa como para
salvar a su familia y, al menos, a una pareja de cada animal de la Tierra. Noe,
voluntarioso, puso manos a la obra. Le llevó un enorme esfuerzo levantar su
empresa naviera, siendo el único empleado, sin planos ni torno eléctrico. Afortunadamente, pudo inaugurar a tiempo un enorme arca fabricado en madera, de las
dimensiones del Queen Mary, aunque por desgracia, con un solo baño y ni un rollo
de papel higiénico. Así y todo, ante la emergencia, fue aprobado por Salud
Pública.
Todos los animales que resultaron sorteados
para salvarse ingresaron a la cuarentena del arca sin chistar. Todos
respetuosos y dispuestos a colaborar unos con otros. El tigre dejó de comer
jirafas y se hizo vegano. Los toros dejaron de cornear liebres y las invitaron
a un torneo de truco. Los zorrinos evitaron molestar a sus compañeros de
diluvio llevando como equipaje un cargamento de Chanel Número 5.
El gran problema para Noe fueron los
dinosaurios. No había forma de hacerles entender que la cosa era en serio. El
más renuente fue el Tiranosaurio. Cuando el mono Tití fue a avisarle de la
cuarentena lo agarró a trompadas diciendo que a él no lo mandaba nadie. Otros,
como el Velociraptor, iban por todos lados haciendo caso omiso a las gruesas
nubes que se cernían sobre el planeta. “No me jodan”, decían en tono de burla.
“Tengo paraguas”.
El caso más dramático ocurrió con los
Pterodáctilos, que tomándose en joda el pronóstico del tiempo, emigraron en
masa a Miami. Según un chimento bíblico, al descubrir que Disney estaba cerrado
se extinguieron de puro aburrimiento.
Ciertamente, esta vez el Instituto Meteorológico
la pegó, y llovió durante cuarenta días y sus noches. Y a pesar de las enormes
olas que azotaban al arca en su deriva, los animales allí dentro se mantuvieron
felices y a salvo. Aunque el baño era un desastre.
Se cuenta que, ya llegándole el agua hasta
el cuello, el Tiranosaurio escuchó un pedido de auxilio. Era un Velociraptor
que apenas se mantenía a flote agarrado de un tronco de sauce llorón.
-Che, Tira –alcanzó a decir el Velociraptor-.
No era joda que lo que mata es la humedad.
-No pasa nada –aseguró el otro, mostrando
sus enormes colmillos en una sonrisa canchera-. No te olvides que Dios es dinosaurio.
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